lunes, 12 de mayo de 2008

La oracion de la rana - Anthony de mello

Lo que mas recuerdo de colegio y lo que mas agradezco al mismo tiempo, eran las clases de música y de religión. Música, porque desde primero intermedio hasta cuarto medio, el profesor nos hizo conocer lo mejor de la música clásica y a los "Les Luthiers", eran horas y horas donde tan solo pasábamos la clase escuchando lo mejor de la música eterna y a los mejores humoristas del planeta, al sabor del increíble olor de la pipa que fumaba el profesor en el lugar que llamábamos Casisiaco. Religión, porque a pesar de ser algo común durante los tres primeros años, los siguientes fueron reveladores y muy agradables, con horas de meditación y con bastantes pero con bastantes horas de meditación y reflexión. Ahí fue donde conocí a Anthony de Mello y ahí fue donde conocí una de sus obras llamada como incompatible con la religión católica "La oración de la rana".

Este libro fue exactamente lo que necesitaba en mi proceso de rebeldía contra las doctrinas de la religión católica y mi apertura hacia un mundo que no esta compuesto por religiones o fronteras. Los cuentos que contiene, que uno podría decir son extraídos de la vida propia, muestran enseñanzas a manera de parabolas, con algo de humor al comienzo y que si uno lee y vuelve a leer puede reflexionar en torno a ellos, extrayendo el verdadero mensaje del cuento.

Comparto tres cuentos que he extraído del libro, el primero que me gusta porque refleja nuestra realidad como humanos, el segundo porque refleja la realidad como devoto de una religión y el tercero que me parece demasiado gracioso.

Un niño sintió que se le rompía el corazón cuando encontró, junto al estanque, a su querida tortuga patas arriba, inmóvil y sin vida.
Su padre hizo cuanto pudo por consolarlo: “No llores, hijo. Vamos a organizar un precioso funeral por el señor Tortuga. Le haremos un pequeño ataúd forrado en seda y encargaremos una lápida para su tumba con su nombre grabado. Luego le pondremos flores todos los días y rodearemos la tumba con una cerca”.
El niño se secó las lágrimas y se entusiasmó con el proyecto. Cuando todo estuvo dispuesto, se formó el cortejo -el padre, la madre, la criada y, delante de todos, el niño- y empezaron a avanzar solemnemente hacia el estanque para llevarse el cuerpo, pero éste había desaparecido.
De pronto, vieron cómo el señor Tortuga emergía del fondo del estanque y nadaba tranquila y gozosamente. El niño, profundamente decepcionado, se quedó mirando fijamente al animal y, al cabo de unos instantes, dijo: “Vamos a matarlo”.
En realidad, no eres tú lo que me importa, sino la sensación que me produce amarte.


Gracia
Se hallaba un sacerdote sentado en su escritorio, junto a la ventana, preparando un sermón sobre la Providencia. De pronto oyó algo que le pareció una explosión, y a continuación vio cómo la gente corría enloquecida de un lado para otro, y supo que había reventado una presa, que el río se había desbordado y que la gente estaba siendo evacuada.
El sacerdote comprobó que el agua había alcanzado ya a la calle en la que él vivía, y tuvo cierta dificultad en evitar dejarse dominar por el pánico. Pero consiguió decirse a sí mismo: “Aquí estoy yo, preparando un sermón sobre la Providencia, y se me ofrece la oportunidad de practicar lo que predico. No debo huir con los demás, sino quedarme aquí y confiar en que la providencia de Dios me ha de salvar”.
Cuando el agua llegaba ya a la altura de su ventana, pasó por allí una barca llena de gente. “¡Salte adentro, Padre!”, le gritaron. “No, hijos míos”, respondió el sacerdote lleno de confianza, “yo confío en que me salve la providencia de Dios”.
El sacerdote subió al tejado y, cuando el agua llegó hasta allí, pasó otra barca llena de gente que volvió a animar encarecidamente al sacerdote a que subiera. Pero él volvió a negarse.
Entonces se encaramó a lo alto del campanario. Y cuando el agua le llegaba ya a las rodillas, llegó un agente de policía a rescatarlo con una motora. Muchas gracias, agente”, le dijo el sacerdote sonriendo tranquilamente, “pero ya sabe usted que yo confío en Dios, que nunca habrá de defraudarme”.
Cuando el sacerdote se ahogó y fue al cielo, lo primero que hizo fue quejarse ante Dios: “¡Yo confiaba en tí! ¿Por qué no hiciste nada por salvarme?”.
“Bueno”, le dijo Dios, “la verdad es que envié tres botes ¿no lo recuerdas?”.


...ni en teorías...
Un director de empresa que acababa de asistir a un seminario sobre “motivación” llamó a un empleado a su despacho y le dijo: “De ahora en adelante, se le permitirá a usted planificar y controlar su propio trabajo. Estoy seguro de que eso hará que aumente considerablemente la productividad”.
“¿Me pagarán más?”, preguntó el empleado.
“De ningún modo. El dinero no es un elemento motivador, y usted no obtendría satisfacción de un simple aumento de salario”.
“Bueno, pero, si aumenta la productividad, ¿me pagarán más?”.
“Mire usted”, dijo el director. “Evidentemente, usted no entiende la teoría de la motivación. Llévese a casa este libro y léalo: en él se explica qué es lo que realmente le motiva a usted”.
Cuando el empleado salía del despacho, se detuvo y dijo: “Y si leo este libro, ¿me pagará más?”.


Bajar el libro
RS | 500 kb
Contiene (La oración de la rana, LLamada al Amor, Quien puede hacer que amanezca)

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